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Crítica de «Oblivion»

Tom Cruise, Olga Kurylenko, Morgan Freeman y Nikolaj Coster-Waldau protagonizan esta aventura futurista que mezcla ciencia ficción y misterio

Jack Harper (Tom Cruise) - "Oblivion"
Jack Harper (Tom Cruise) - "Oblivion"

Oblivion (Universal Pictures/Radical Pictures, 2013), la película de ciencia ficción dirigida y coproducida por Joseph Kosinski (TRON: Legacy, 2010), basada en su propia novela gráfica, ha pisado ya los cines españoles. Está protagonizada por Tom Cruise, Olga Kurylenko, Andrea Riseborough, Morgan Freeman, Melissa Leo, Zoë Bell y Nikolaj Coster- Waldau.

Por Pablo Agustí Chinchilla

Su argumento nos sitúa en el año 2077. Hace sesenta años la Tierra, tanto la humanidad y su civilización como la naturaleza y la misma geología del planeta han sido terriblemente dañadas por un misterioso ataque alienígena. La humanidad repelió el ataque y ganó la guerra, pero fue una victoria pírrica. Jack Harper (interpretado por Tom Cruise) y Victoria (Andrea Riseborough) son los dos últimos seres humanos dejados a cargo del desalojo, la extracción de recursos valiosos y el lento desmantelamiento del planeta por parte de la humanidad, que ha sido evacuada dejando tras de si un mundo vacío y prácticamente inhabitable. La rutina en que ambos personajes se encuentran se verá alterada para siempre por un hecho inesperado que hará que se cuestionen la situación en la que se encuentran.

Partiendo de esta premisa, empieza un filme repleto de efectos visuales que quitan el aliento y que aun así desentona claramente entre el resto del cine de ciencia ficción actual de alto presupuesto. En la actualidad es un hecho conocido la gran cantidad de secuelas infames, precuelas ignominiosas y traidoras y estrenos sin originalidad que vomita cada año el cine de ciencia ficción más comercial; una plaga incesante y mayormente innecesaria que ha atrofiado nuestro sentido del buen cine, que ha hecho que no esperemos sentirnos intelectual ni emocionalmente estimulados y aguardemos con prisas la predecible aparición del niño guaperas con cazadora negra y pelo engominado o el monstruo olvidable de turno. Es por ello que películas como Oblivion pillan al observador por sorpresa y totalmente desprevenido. Repasemos los elementos que diferencian a este filme del resto de sus obras hermanas.

Hablemos en primer lugar de su rasgo menos diferenciador pero más evidente y llamativo: su estética y efectos visuales. Esta película cuenta con un apartado digital audiovisual de primer orden, al nivel de películas como Avatar, lo que ha propiciado su salida en los cines IMAX de todo el mundo además de su estreno convencional. La atención al detalle de los vastísimos y a la vez bellos y siniestros entornos naturales que nos muestra harán las delicias del espectador en general, mientras que la tecnología exótica que presenta está notablemente bien caracterizada tanto a nivel de estética y funcionalidad como de sonido, resultando a la vez bella, imaginativa y amenazante, por sí sola toda una razón de peso para ir a ver la película. Sin embargo y curiosamente, el elemento que termina de decantar este apartado hacia la excelencia es algo tan relativamente sencillo como la iluminación, un aspecto heredado directamente de la novela gráfica original y de la experiencia previa del director Joseph Kosinski en la agridulce «TRON: Legacy». Su iluminación, más leve y tangente a la penumbra de lo que nos tienen acostumbrados, está profundamente cuidada tanto en los entornos naturales como aquellos más artificiales y extraños, aportando un porcentaje significativo de la personalidad del filme, como ya lograra en su día «300» (Warnes Bros. Pictures, 2007) y su casi desconocida pseudo-predecesora en cuanto a iluminación, «Kaena: La profecía» (Xilam Films, 2003). Su banda sonora, a cargo de M38, cumple con su cometido de manera suficiente pero preciosista, etérea y agradable, con un evidente sabor a la trilogía «Mass Effect» y a la mencionada «TRON: Legacy», y llegando espontáneamente a la excelencia y éxtasis auditivo más extremos en la canción escogida para sus créditos finales, cantada por Susanne Sundfor.

La interpretación y caracterización de los pocos actores principales que la interpretan también es un elemento a su favor. Tom Cruise no es precisamente el actor estadounidense más querido por el público y a menudo confiere a sus películas un toque forzado y algo molesto difícil de definir, pero este no es el caso. Ya sea por la experiencia que conlleva la edad o por el papel que interpreta, encarna efectivamente a un personaje humano, cercano y más bien humilde, alejado del simple hombre de acción que facilita al espectador el sentirse identificado con él, trasladando su atención hacia elementos sobresalientes como la ambientación y el argumento. Su apariencia, tan alejada del típico y tópico joven apasionado de cabello en punta con un arma en cada mano y ataviado con una larga cazadora negra, figura tan común que aburre, sorprende a medias y se agradece del todo. Los dos papeles femeninos de la película también sorprenden porque no sobran, en un contexto en el que tristemente la mujer suele ser un mero complemento olvidable para el personaje masculino protagonista. La modelo y actriz ucraniana Olga Kurylenko y, sobre todo, la actriz inglesa Andrea Riseborough encarnan dos papeles opuestos que se refuerzan mutuamente por contraste, aportando un toque humano mayor al personaje interpretado por Cruise; de hecho Andrea Riseborough, con un papel en general alejado de la acción física, realiza la interpretación más memorable de la película junto con la del acochambrosado Morgan Freeman, incluso por encima del conocido y atlético pero algo inexpresivo Tom Cruise, sin quitarle mérito.

El único detalle cuestionable de la película, a nuestro entender, es la caracterización, vestimenta y entornos relacionados con el personaje interpretado por Morgan Freeman y su grupo, detalles estéticos que quizá desentonan demasiado con el resto de la obra, pero cuyo origen se remonta a la novela gráfica homónima, por lo que se perdonan al ser un retrato fiel a la ésta. Algún que otro personaje de ese grupo también resulta algo hueco y prescindible, pero se trata de otro inconveniente menor.

Finalmente hablaremos de su ritmo y argumento, la característica que diferencia a esta película de sus directas e infames competidoras. Ésta es una película que podemos definir como lenta, un filme extenso que se toma su tiempo en mostrar y explicar el día a día de sus protagonistas. Al más puro estilo del ánime japonés pero sin llegar a sus extremos, deja que el espectador interprete la situación tanto por lo que se explica como por lo que se ve y meramente se interpreta. Estos factores obligan a estar atento y harán que pueda resultar difícil de disfrutar para quien no le guste la ciencia ficción o espere una obra de acción continua para pasar el rato. Como es natural, no se acerca siquiera a los extremos de películas-jeroglífico como Prometheus (20th Century Fox, 2012), por lo que para el resto del mundo esta lentitud y ese misterio que invita a prestar atención y adentrarse en la trama supondrán un estímulo y un punto a favor indiscutible. Sin entrar en detalles que pudieran suponer spoilers, diremos sencillamente que su trama y el modo en que se desarrolla recuerdan a obras deudoras de la literatura de ciencia ficción de culto como Solaris (20th Century Fox, 2002) o Moon (Liberty Films UK, 2009), aportándole un sabor nostálgico que hacía tiempo que no se percibía fuera del cine más minoritario. Sus trailers, extensos y demasiado reveladores, no ayudan a sorprenderse con todos los giros argumentales de los que dispone la película, pero afortunadamente deja por revelar aquellos más importantes. Como decimos, los giros argumentales son diversos, la relación entre el personaje Jack Harper y sus dos compañeras es interesante y relevante, su final es satisfactorio y, por encima de todo, se agradece profundamente que esta película no se condene a sí misma inundándose de ninguna moraleja o sentido religioso evidente, ni ninguna idea moral excesivamente notable, como les sucediera no hace tanto a películas como «El atlas de las nubes» (Ascension Pictures, 2012). Esta vez la trama en sí misma tiene valor, incluso sin mensaje.

Como conclusión podemos decir que, pese a las críticas frías que algunos medios le han dado basándose en que las virtudes que aquí hemos citado son defectos (lentitud entendida como aburrimiento; trama coherente que obliga a deducir los detalles, entendida como argumento difícil de interpretar, etc.), estamos ante una obra muy, muy, pero que muy recomendable que ha conseguido la completa aceptación del público en general, que destaca y que permanecerá en la memoria por ser una película agradable y de calidad entre suficiente y superior, en medio de centenares de obras cinematográficas de ciencia ficción que oscilan entre lo barato, lo poco original y lo directamente abominable. Es un breve, prudente y agradable giro al pasado más brillante de la ciencia ficción de culto que, esperemos, sirva de ejemplo y recordatorio a Hollywood sobre la dirección que seguir para este género.

Y, por encima de todo, huid de sus trailers. Huid, insensatos.

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