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El Rincón del Zumbado

Es Lunes y en Hot BuZz (mag) estamos generosos así que creemos que es la oportunidad perfecta para estrenar una nueva sección en nuestro magazine online, la cual viene bajo el nombre de “El Rincón del Zumbado”. Lo confesamos, nosotros como el resto de mortales, cuando intentamos buscarle un significado racional y absoluto al universo también tenemos esa clase de momentos de deslucidez mental donde nuestra masa encefálica se queda como colapsada y de nuestra boca salen las gilipolleces más monumentales que la mente humana haya sido capaz de proporcionar. Con este nuevo apartado queremos compartir nuestros más absurdos pensamientos, meditar sobre las cosas más incoherentes y disparatadas que nos rodean y de paso escuchar alguna de vuestras ideas más descabelladas, para así confirmar de una vez por todas eso de que no hace falta tener un coeficiente intelectual de 130 para ser un verdadero genio porque, aunque no todos los días uno es capaz de dar con los fundamentos principales de la teoría de la relatividad para manifestarla al mundo, algunos tenemos la suprema habilidad camusiana, y porque no decirlo manía tonta también de cuestionarnos los misterios más merluzos de nuestra existencia. Así que a estrujarse la sesera toca porque como diría Einstein: “Si una idea no es absurda al principio, entonces no merece la pena.”.

Capítulo 1: Bon Voyage!

Por Thaïs Parvez

“Un viaje de mil millas comienza con el primer paso” dijo en su día el filósofo chino Lao-Tsé y nosotros, atajo de zumbados (buzzers), nos ponemos en marcha para superar nuestra primera milla en esta particular odisea de “El Rincón del Zumbado” hablando precisamente de viajes, haciendo hincapié en esas absurdas normativas aéreas.

La lista de escapadas que aquí, la que hoy escribe estas palabras, en su pasado inició con entusiasmo, pero con las cuales terminó casi por barajar la posibilidad de ponerse a dibujar sonrisas a cuchillazo limpio en las caras de todos y cada uno de los empleados de las compañías aéreas con las que viajaba, ha ido creciendo con el paso de los años. Cuando una piensa que no se pueden sacar de la manga más reglas que hacen que los minutos previos a nuestra travesía sean aún más desagradables de lo que ya se empeñan en que sean, me pongo a investigar y me doy cuenta de que parece ser que los directivos de las líneas aéreas así como el Ministerio de Fomento o la Comisión Europea tienen mecha para rato.

Para la mayoría de nosotros intentar cumplir con buena nota los procedimientos e inspecciones a los que nos tenemos que enfrentar instantes antes del despegue es una de las peores pesadillas a la hora de viajar. Sin duda son inolvidables, por desgracia, los momentos donde en la cola frente a la puerta de embarque más de un viajero parece que pierda la dignidad absoluta intentando convencer a los miembros del personal de tierra de que su equipaje cumple con las dimensiones máximas autorizadas. En nuestra retina se ha quedado grabada esa bonita estampa donde el pasajero poniendo cara de como si estuviese resolviendo un problema de física cuántica se empeña en empotrar su pequeña maleta de mano, la cual cumple las medidas reglamentarias pero cuyas ruedas por caprichos del destino se niegan a entrar en ese mismo instante en el dichoso soporte metálico, mientras reza en silencio a un ser superior para no tener que pagar la clavada que le pegan por tener que facturar el bulto en el aeropuerto.

Como me gustan también esos momentos en los que se crea un vínculo especial entre todos los pasajeros de un mismo vuelo cuando los empleados de seguridad te obligan a medio desnudarte y descalzarte para pasar el control de metales. Es esa clase de instantes que hacen que simpatices con los de alrededor- por lo visto no hay nada como que te fuercen a verle los pies y ver como le escanean hasta la raja del culo a un grupo de completos desconocidos para que empieces a ver el mundo desde otra perspectiva.

Por otra parte hace un tiempo quise llevar a mi mascota de viaje conmigo, pero me encontré con que las líneas de vuelo son bastante estrictas a la hora de transportar animales, especialmente cuando se trata de desplazamientos a territorio internacional (las aerolíneas low cost no aceptan ningún tipo de bicho). A pesar de que desde principio de año la legislación aérea europea es más flexible en ese aspecto me ha sorprendido descubrir que algunas de las compañías únicamente aceptan a los animales domésticos más ‘comunes’- perros, gatos y sorprendentemente, hurones- o en cabina o en bodega, pero rechazan por completo a otros por lo visto más ‘exóticos’ como pájaros, roedores o peces por el simple hecho de que puedan ser “molestos” para el resto del pasaje. En cambio dan carta blanca a otros aspectos tan delicados y que no se tendrían que tomar tan a la ligera como por ejemplo el transporte en la propia cabina de los restos mortales de un ser humano. Ésto me ha dado que pensar en los últimos días. A pesar de que en ambos casos los sujetos tienen todo el derecho de que sean transportados, ¿realmente hay alguien al que le sea más placentero viajar sentado atrapado entre la ventana y otro pasajero al que le han permitido subir a bordo con las cenizas de su padre como equipaje de mano que viajar sabiendo que un inocente perico podría encontrarse a pocos metros bajo sus pies enclaustrado en una jaula excelentemente sellada y que está estratégicamente colocada entre montones de maletas? Supongo que la respuesta depende de si el ave en cuestión tiene tendencia a comportarse de forma sospechosa, así como uno de ésos pájaros hitchcockianos que tanto dieron que hablar en su día.

Aún y así he de confesar que no siempre he sentido aversión a viajar en avión. De hecho la magia del viajar en aeronave me conquistó ya desde bien pequeñita. Desde que tengo uso de razón he soñado con ser una de esas viajeras empedernidas, trotamundos infatigable con ganas de lanzarse a una de esas aventuras a lo Indiana Jones, chupa de cuero molona y látigo incluido, explorando los lugares más recónditos de nuestro planeta, descubriendo los secretos mejor guardados de la naturaleza y enriqueciéndome de diferentes culturas y costumbres… y, sí, todo eso mientras le pongo música de John Williams y lo entrelazo con las escenas míticas donde se ve el avión en el que viaja Harrison Ford sobrevolando un mapa del mundo.

Por desgracia hoy es uno de esos días que me siento como que el destino o el maldito karma o quizá alguien con muy mala hostia a quien habitualmente le gusta sujetar un muñeco con mi cara mientras le clava unas pocas agujas me haya arreado con un lenguado en la cara por encomendarme precisamente la ardua tarea de planificar uno de esos viajes con destino más que conocido, pero cuyo trayecto y en especial los minutos previos a éste curiosamente son como una tortura china, a lo poco. Sólo espero que pasen las horas volando y no tarde en llegar el día en que aterrizo en tan ansiado lugar porque sé que segundos después de haber puesto los pies en tierra de mi boca y emulando la voz del Dr. Jones saldrá eso de: “Seguidme, conozco el camino.”.

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