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Crítica de «Ex Machina»

Recientemente se estrenó en nuestro país «Ex Machina» (DNA Films, 2015), película británica de ciencia-ficción que supone el debut como director del escritor y guionista Alex Garland, responsable de joyas como «28 días después» y «Dredd».

El filme, escrito por el propio Garland, está protagonizado por Alicia Vikander («La Chica Danesa», «Tomb Raider»), Domhnall Gleeson («Harry Potter«, «Dredd») y Oscar Isaac («Agora», «Star Wars: El Despertar de la Fuerza«).

Ambos protagonistas masculinos tienen prevista su participación en la esperada próxima entrega de la saga Star Wars.

La película, ambientada en un futuro cercano, nos pone en la piel de Caleb (Domhnall Gleeson), un joven programador que acaba de ganar por sorteo de lo más curioso.

Le ofrecen la oportunidad de pasar una semana en las montañas que componen la vasta propiedad de su jefe, Nathan (Oscar Isaac), el multimillonario CEO de la compañía Bluebook.

La vivienda de Nathan resulta ser una mansión de lujo en mitad de un paisaje montañoso exuberante alejado de la civilización.

Tras las presentaciones, el carismático y directo multimillonario no tarda en revelarle a su tímido invitado que desea su participación en un proyecto secreto.

Se trata de un plan en el que ha estado trabajando personalmente y que podría revolucionar el campo de la inteligencia artificial.

La sorpresa de Caleb no podría ser mayor al conocer a Ava (Alicia Vikander), un androide antropomorfo con un comportamiento aparentemente imposible de distinguir del de un ser humano normal.

Así empieza «Ex Machina», una película interpretada por escasos personajes y estructurada en sucesivos diálogos: conversaciones amistosas, interrogatorios, reflexiones filosóficas y chistes surrealistas.

Todo ello ambientado en coloridos paisajes que quitan el aliento y sustentado en unos efectos especiales escasos, pero escabrosamente impactantes.

«Ex Machina», una propuesta cinéfila imprescindible para los amantes de la ciencia ficción y el thriller psicológico

Esta manera tan particular de relacionar a los protagonistas de uno en uno ayuda a profundizar en la trama y en las motivaciones de cada uno sin ahondar innecesariamente en sus vidas privadas.

Los dos protagonistas masculinos muestran un tremendo contraste inteligentemente planeado: Caleb es un joven delgado, educado, agradable y sensible que de repente se ve encerrado.

Nathan, un hombre corpulento, directo, ambicioso, caótico, tremendamente inteligente y con no pocos secretos.

Ese dúo inestable no tarda en reflejar a unos modernos Don Quijote y Sancho Panza en un apasionado debate sobre las implicaciones éticas, tecnológicas, sociales y biológicas de poder fabricar algo similar a un ser humano.

Y, por encima de todo, sobre qué es un ser humano.

Sin embargo no haya pánico: el verdadero mérito de todas esas reflexiones está en que no aburren ni sobrecargan al espectador en ningún momento.

Payasadas, borracheras ocasionales, planos que derrochan intriga y algún chiste verde ocasional en el momento menos pensado ayudan a rebajar la presión intelectual de la obra en el momento preciso.

Todo un punto a favor para su guionista Alex Garland.

Reparto de lujo

Oscar Isaac despunta en su papel de hombre impulsivo y misterioso

Por su parte, el elemento de ciencia ficción de «Ex Machina» descansa sobre el personaje de Ava, y es por ello que se la presenta como un interrogante que se va desvelando lentamente a lo largo del argumento.

Aunque la interpretación de Domhnall Gleeson es excelente, es Oscar Isaac quien por su papel impulsivo, misterioso y directo consigue el liderazgo y atrae todas las miradas.

Alicia Vikaneder y Domhnall Gleeson cautivan con sus personajes adictivamente calculadores

A Alicia Vikander le sucede algo parecido a Domhnall Gleeson, su personaje pone límites a su interpretación. Pese a esto, los tres actores realizan un trabajo espectacular en conjunto.

En el aspecto formal la película muestra una calidad similar. Ya sea por la localización de los personajes, los detalles en segundo plano o los impresionantes paisajes, cada plano de la película es una pequeña obra de arte.

A su vez, la utilización de la iluminación y la penumbra de maneras poco habituales, que asociaríamos a algún solitario rincón de una vivienda real más que a una película, ayuda a que el espectador se abstraiga y se sienta inmerso en la trama.

Por su argumento, «Ex Machina» no es una película que vaya a romper moldes o marcar un antes y un después. Su intención no se centra tanto en ofrecer un desenlace rompedor o tremendamente inesperado.

En vez de eso, se centra en mostrar una buena interpretación, una trama con numerosos interrogantes que fluye a buen ritmo, una ambientación bella pero inquietante y múltiples reflexiones sobre la naturaleza de la consciencia y la inteligencia.

Todo ello en forma de incisivos diálogos cara a cara que, por su informalidad, en ningún momento llegan a cansar al espectador.

Esos son sus objetivos y hay que decir que cumple hasta el último de ellos.

Muy en la línea de la película «Moon» (Stage 6 Films, 2009), «Ex Machina» conseguirá dejar a su público impactado y reflexionando durante horas.

Y, al igual que ésta, se ha ganado un lugar nada modesto en la estantería de todo aficionado a la ciencia ficción.

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