Se acaba de estrenar en España la película «Jurassic World» (Amblin Entertainment, Universal Pictures, 2015), la última entrega de la saga de la isla de los dinosaurios basada en las novelas de Michael Crichton. Ha sido dirigida por Collin Trevorrow y protagonizada por Chris Pratt (Guardianes de la Galaxia), Bryce Dallas Howard (Spiderman 3, El Bosque), Nick Robinson y el jovencísimo Ty Simpkins (Insidious, Iron Man 3).
Este nuevo episodio nos sitúa años, si no décadas después de los acontecimientos del primer Parque Jurásico. Aprendiendo de los anteriores intentos de controlar a los renacidos dinosaurios, que acabaron en estrepitoso y sangriento desastre, parece que por fin la humanidad ha atado todos los cabos sueltos y ha aprendido a contener eficazmente a estas especies en la isla Nublar, cuna del primer parque. Convertida en un espectacular macro recinto de alta tecnología que abarca la isla entera, Jurassic World parece empezar a cumplir el sueño original de maravillar al mundo entero con estos seres de leyenda ofreciendo unas medidas de seguridad fiables, una auténtica utopía. Por supuesto, no todo saldrá bien en ese microcosmos en constante cambio y evolución y es que, contando con el tiempo suficiente, el ser humano puede acostumbrarse a lo que sea, y este no tardará en forzar de nuevo los límites de lo desconocido con tal de experimentar (y vender) nuevas experiencias y sensaciones.
Con esta premisa da comienzo Jurassic World, una película con elementos de calidad tremendamente desigual. En primer lugar, su ambientación es sobresaliente, una joya de efectos visuales que nos dejará boquiabiertos (sobre todo en su versión en 3D) ante criaturas descomunales y, por encima de todo, un parque de alta tecnología con diseños arquitectónicos enormes, originales, funcionales y creíbles. Las comparaciones son odiosas, y si bien esta película no maravillará tanto al espectador a través de sus dinosaurios como la primera entrega de la saga, sí que lo hará por la manera en que sus espacios acercan ante nuestros ojos a multitud de personas a estos animales por sus recorridos guiados, sus galerías, su travesías en kayak, sus vías elevadas y un largo etc., un auténtico espectáculo que en ocasiones logrará emocionar de maneras que no recordábamos desde «Avatar» (20th Century Fox, 2009). El verdadero logro de esta película es hacer que el espectador sienta que está allí, paseando con seguridad entre estegosaurios y dimetrodones como si de un zoológico real se tratara. Del mismo modo, los efectos especiales de toda la película y el cuidado con el que se ha recreado a los dinosaurios, desde su comportamiento a sus veloces movimientos aviares, son sencillamente excelentes.
Por desgracia aquí terminan las virtudes de esta película. Su guión no termina de ser desacertado pero sí es relativamente olvidable, sensación que se ve acrecentada por la terrible interpretación de la mayoría de sus actores. La película no parece tener muy clara su posición ética frente a lo que se está haciendo en ese parque (o no sabe expresarla), y aunque los intérpretes principales cumplen decentemente con su cometido y hasta transmiten en ocasiones ecos del «Parque Jurásico» original (sobre todo el dúo de actores más jóvenes) el resto de la plantilla cae en lo objetivamente ridículo, estropeando escenas de humor y causando ridículo y absurdidad en otras pensadas para impactar, con contadas excepciones. No hace falta decir que esta clase de cosas devuelven al espectador de vuelta a su asiento, arrancándolo de cuajo de ese país de las maravillas insular.
Otro aspecto a comentar es que la película basa su argumento y su carga dramática en una criatura muy específica que hace las veces de villano, y claramente no han sabido crear un malvado a la altura. Aunque se trate de algo que no se ha visto antes, tanto su aspecto en general como su comportamiento entran dentro de lo observado en anteriores entregas de la saga, incluso queda corto frente a monstruosidades anteriores, y no se ha sabido aprovechar sus pocas características únicas (que ciertamente daban más juego del que finalmente se ha conseguido), como si simplemente las hubieran añadido con prisas para vender como original algo que no lo es.
Así se describe una película veraniega de acción que no es buena pero que tiene capacidad para emocionar. Pese a sus numerosos guiños a la entrega original sería injusto compararla con esta, ya que «Jurassic World» no pretende sorprender (ni podría si quisiera) a través de sus bestias, si no a través de la interacción de estas con la humanidad, y su interpretación de chiste no consigue arruinar completamente el mundo de ensueño al que sus desarrolladores han dado vida. Será (o no) recordada como una obra disfrutable y digna de verse siempre que sea sin ninguna expectativa.
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