Cuando el amor llama tu puerta hay que acogerlo con los brazos abiertos, aunque venga en forma de muñeca de látex.
De esta idea parte esta brillante y honesta fábula titulada “Lars y una Chica de Verdad» (Metro-Goldwyn-Mayer, 2008 en España), la cual empuja plácidamente a meditar sobre la soledad, la comprensión y las relaciones emocionales.
Lars (Ryan Gosling) es un chico introvertido e increíblemente tímido que vive en un pequeño pueblo junto a su hermano (Paul Schneider) y su cuñada (Emily Mortimer).
Un día, para sorpresa de todos, éste lleva a casa a Bianca, la chica de sus sueños.
El problema es que Bianca no es real, sino una muñeca de plástico a tamaño natural que el propio Lars ha encargado por internet y a quién trata como si fuese una persona de carne y hueso.
Movidos por la compasión y el cariño que sienten por Lars, todo el pueblo acabará apoyando y participando en la fantasía del joven.
A pesar de que contiene similitudes con «Tamaño Natural» (1973) de Luis García Berlanga, el realizador australiano Craig Gillespie deja a un lado temas libidinosos para dar protagonismo a un hombre solitario que se abre al mundo a través de la convivencia con una plastificada mujer.
Gillespie muestra con maestría una relación que parte del respeto y el amor, dejando de lado el deseo sexual.
De forma terapéutica y a pesar de ser un objeto inanimado, Bianca se convierte en la pieza clave que llena esos vacíos emocionales con los que Lars ha convivido desde pequeño, pero no sólo eso, ella además le ayuda a conocer a los de alrededor y a conocerse a sí mismo mientras impulsa a los habitantes del pueblo a comunicarse y entender a Lars.
«Una increíble y conmovedora historia de amor entre un solitario oficinista y su juguetona y ardiente muñeca hinchable.»
Ryan Gosling, con su majestuosa y conmovedora interpretación, se mete por completo en la piel del ermitaño Lars y nos demuestra que el amor no sólo es ciego y que no entiende ni de sexo, ni raza, ni color o, como en este caso, ni de formas, sino que su maravillosa historia de superación es a la vez una inspección psicológica sobre la soledad y la incomunicación del ser humano.
Por otra parte, Gillespie prefiere mostrarnos con ironía un idílico mundo donde cada persona tiene voz y voto y es aceptada por los demás sin ningún tipo de reparo, a pesar de sus defectos y excentricidades.
El filme, aunque pocas veces muestra el lado negativo de las relaciones humanas, es una sátira ácida de nuestra sociedad actual y nos invita a palpar en nuestra propia carne- gracias a esos inteligentes diálogos y esas escenas cómico-dramáticas -esa súplica a la comprensión y aceptación de lo que es socialmente diferente.
Aunque esta pequeña gema de cine indie cuente una historia completamente inverosímil- ningún ser humano con dos dedos de frente sacaría a pasear a plena luz del día una muñeca hinchable y más insólito sería que saliese con toda la comodidad de saber que no va a ser linchado por los transeúntes- «Lars y un Chica de Verdad» nos ofrece un halo de esperanza, al menos cinematográficamente hablando, y nos confiesa una verdad universal: la de que en el amor todo es posible, ya sea el acoger- dejando toda lógica a un lado- una idea estúpida por apoyar a un ser querido o el encontrar el afecto y el cariño tan necesitado por muchos en los lugares más insospechados.
Comentarios
Loading…