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Crítica de cine: «MS1: Máxima Seguridad» (Europacorp, 2012)

Por Pablo Agustí Chinchilla

Recientemente fue estrenada en España la película «MS1: Máxima Seguridad» (Europacorp, 2012). Titulado «Lock Out» en inglés, el filme ha sido dirigido por James Mather y Stephen St. Leger a partir de un guión de Luc Besson. En sus papeles protagonistas cuenta con Guy Pearce («Memento»,»Traición», «Prometheus», etc.), Maggie Grace («Lost»), Peter Stormare, Vincent Regan y Joseph Gilgun.

El trailer en castellano de la película puede verse clicando en el siguiente enlace.

La película parte de una premisa argumental doble. Por una parte nos muestra su trama principal: un motín de prisioneros en la MS1, una estación espacial de última generación que es presentada por los Estados Unidos de América como la prisión perfecta, de la cual circulan siniestros rumores sobre experimentación en seres humanos. En segundo lugar se nos muestra una trama de espionaje en que el protagonista de la película, interpretado por Guy Pearce, está envuelto, y que sirve como nexo y pretexto para que éste aborde la MS1.

Este primer apartado encabeza nuestra primera objeción al filme, ya que en ningún momento se consigue casar ambos bloques argumentales. La trama de espionaje se revela genérica, poco elaborada y explicada, narrada a medio desarrollarse. La guinda del pastel la proporciona su estética lejanamente ciberpunk (en un intento de emular a «Blade Runner» a través, principalmente, de un uso desmedido de colores terrosos en su iluminación) que destaca demasiado contra el frío y descarnado ambiente de la MS1. Se percibe como una mera excusa, demasiado larga y rebuscada, para llevar al protagonista al espacio, pero una excusa al fin y al cabo, que remata con una sorpresa final que sorprende pero no interesa. El segundo apartado argumental, es decir, la acción en el espacio, afortunadamente se presenta mejor estructurada y no tan confusa, pero asimismo adolece de el resto de taras de la película.

En el terreno de la interpretación el filme es una mezcla desigual. Guy Pearce encarna satisfactoriamente al clásico tipo duro, con toda la calidad y profundidad que le permite el guión, que no es mucha, pero que da para unas cuantas frases inesperadamente graciosas que forman el núcleo y alma de su personaje. Por su parte, Maggie Grace es un interrogante ya que, como en «Lost», interpreta a una mujer más bien caprichosa, voluble e insoportable, concebida como mero complemento femenino del papel principal. Su literalmente suprema habilidad interpretativa para dar vida a esta clase concreta de persona se ve deslucida por el daño que su personaje hace al filme, provocando que el público suspire deseando en vano su desaparición e introduciendo lenta pero inexorablemente la expresión «que termine ya» en la mente del espectador, lo cual nunca es bueno durante una sesión de cine. Otro dúo desigual es el de los antagonistas, un par de hermanos convictos que lideran el motín en la estación espacial. El hermano mayor y más estable mentalmente lo encarna Vincent Regan y, si bien cumple a nivel interpretativo, da la impresión de haber sido mal elegido para su papel y termina siendo un villano anodino y de carácter llano, quedando en evidencia ante la interpretación de su compañero. Joseph Gilgun, en cambio, sorprende con el papel más logrado y memorable de la película al dar vida al menor de los hermanos convictos, yonki, asesino, ladrón y cosas peores, en una interpretación que destila locura. El elenco de actores restantes forma un grupo homogéneo debido a lo desapasionado que resulta.

En el apartado visual, «MS1: Máxima Seguridad» es espectacular y detallada, pero no original ni remotamente memorable en cuanto a diseño se refiere. Salvo la ligera estética ciberpunk inicial, el diseño de entornos y estructuras es tan olvidable como la gran mayoría de sus actores. Cuenta con algunas escenas de acción generadas por ordenador, bien pensadas y trepidantes, pero la manera de mostrarlas al espectador puede resumirse en una sola palabra: borrón. El deseo de hacer parecer a estas escenas más dinámicas de lo que son en realidad ha llevado a que cueste seguirlas y distinguir objetos complejos en ellas debido al excesivo movimiento de cámara y a los efectos de difuminado.

Por último y de importancia relativa, encontramos un último problema: la física. Ciertamente al ir al cine a ver una película de acción y ciencia-ficción uno no espera ver un documental ni leer una tesis sobre física, pero esta película hizo que los niños pequeños presentes en la sala soltaran bufidos de extrañeza al ver los efectos del vacío y la gravedad sobre ciertos objetos y personas. Son inexactitudes lo suficiéntemente llamativas para desconcentrar al espectador y que podrían haberse disimulado fácilmente con pequeños chorros de gas propulsor aquí y allí.

Como conclusión diremos que se trata de una película mayormente olvidable más allá de los gustos personales de cada individuo, incluso para quien desee activamente disfrutarla, con una estética, argumento e interpretación ligeramente por debajo de la media exceptuando un par de papeles protagonistas. Ciertamente no constituye un aliciente suficiente.

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