Mañana, 4 de octubre de 2013, se estrenará en los cines españoles la película «Gravity» (Warner Bros. Pictures, 2013). El film se ha realizado al cargo del director mejicano Alfonso Cuarón, responsable de películas como «Harry Potter y el prisionero de Azkaban» (2004) y de joyas como «Hijos de los hombres» (2006), el clásico protagonizado por Clive Owen. Esta vez, Cuarón ha escrito el guión de la obra que nos ocupa en colaboración con su hijo Jonás Cuarón. Podéis ver su trailer clicando aquí.
En esta ocasión, la película nos adentra en las cada vez más frágiles vidas de dos astronautas, la doctora Ryan Stone, una ingeniera en su primera misión espacial, interpretada por Sandra Bullock, y el veterano comandante Matt Cowalsky, papel representado por George Clooney. Durante un paseo espacial rutinario, ambos verán peligrar sus vidas ante la amenaza de una lluvia de basura espacial formada por restos de satélites y otros objetos artificiales en órbita. En el espacio, estos restos pueden alcanzar velocidades de pesadilla convirtiendo hasta el más diminuto fragmento de metal en un proyectil de gran capacidad destructiva, lo que aislará a ambos astronautas en órbita y les obligará a buscar formas peligrosas y creativas para volver a la superficie.
Realizar la valoración de una película como «Gravity» es un serio desafío, debido a que se trata de una obra poco menos que única, que muchos ya califican de clásico instantáneo. Para empezar, sólo cuenta con dos actores, con el personaje de Sandra Bullock como protagonista y vehículo de la narración. En segundo lugar, lo atípico del entorno en que se desarrolla la práctica totalidad de la acción, la órbita terrestre, sin gravedad, sin atmósfera y sin sonido, hace que la inmensa mayoría de lo transmitido por el filme recaiga en el apartado de los efectos digitales, y por suerte para el espectador, estos son sobresalientes.
Esta es una película con voluntad de realismo en la que los entornos, estética, vehículos, procedimientos de atraque, paneles de control, manuales y demás elementos se supeditan ante el objetivo de narrar una aventura astronáutica creíble. Aparentemente esto podría hacer que la trama se tornara demasiado lenta, aburrida o en exceso técnica para el espectador medio; nada más lejos de la realidad. Sus realizadores han conseguido un gran logro al mantener el ritmo de la acción a través de reparaciones en gravedad cero, paseos espaciales, entradas y salidas a través de esclusas de aire, etc. No sólo eso, sino que han conseguido transmitir una experiencia estéticamente bella, con entornos vastísimos (infinitos) que casi producen en el espectador el famoso overview effect que experimentan los astronautas en la vida real. El contoneo incontrolado de los astronautas en el vacío y lo desesperado de la situación, por contra, hacen que el espectador se sienta allí mismo, presa de la asfixia. Por su parte, la iluminación del film no hace concesiones al dramatismo y se muestra en toda su penumbra y su contraintuitiva extrañez. Los vehículos y estaciones espaciales que aparecen en él, un auténtico compendio de la andadura espacial de los Estados Unidos, Rusia y China, han sido representados fielmente, si no tenemos en cuenta ciertos anacronismos que la mayoría de espectadores no percibirán. Qué decir que en este caso concreto, ver la película en 3D se convierte casi en un requisito obligado, ya que en ella los abismos del cosmos y sus distancias sin suelo en el que posar la mirada tienen tanto o más papel que los protagonistas humanos. Su director continúa haciendo uso de sus clásicas tomas largas y continuas, como ya hiciera en la soberbia «Hijos de los hombres», lo que en este caso es muy acertado al ofrecernos vistas panorámicas del entorno. Ciertamente la física se retuerce en contadas ocasiones a lo largo de la película para favorecer al dramatismo, pero se trata de inconvenientes menores y escasos en una película que destaca por su realismo.
Esas son las grandes bazas de esta obra. Son las que hacen que sea una película insuperable por el mero hecho de ser la única de su recién nacido género. Sin embargo, no todos sus atributos son igual de satisfactorios. La interpretación, basada únicamente en la actuación de Sandra Bullock y George Clooney, es excelente, pero no tanto el guión y los diálogos que les han sido adjudicados. Sandra Bullock, piedra angular de la narración, ofrece una interpretación excelente que la lleva de la asfixia al llanto, y de ahí a la sorpresa, al miedo y a la desesperación. George Clooney, con un papel mucho menor, por su parte borda todas y cada una de las frases que dice, consiguiendo empatizar con el espectador tanto o más que la protagonista, y encabeza una de las mejores y más sorprendentes escenas del film. Por desgracia, ahí acaban las virtudes del elemento humano de esta película. Sus realizadores, con la intención de dar contexto a los personajes, los dotan de una historia personal nada original, previsible y pensada para intentar causar la lágrima fácil. Tan evidente es en ocasiones esta intención y tan escaso es el interés generado a partir de estas historias personales, que en ocasiones el espectador no puede evitar desear que le ocurra alguna desgracia más a la protagonista con tal de hacer que deje de hablar de su vida. Lo que es peor, esto aleja la atención de la verdaderamente interesante relación entre los protagonistas, en absoluto aprovechada, y lo mismo puede decirse del escaso y brillante George Clooney. Ante estas afirmaciones habrá quien diga que sin esto, la película se convertiría en un documental; desde aquí decimos que hubiese sido preferible. Esta es la única lacra en un apartado interpretativo de otro modo inmaculado.
Hay que añadir que, pese a que el apartado técnico de la película transmite amor por el espacio y la tecnología asociada a él, no hay ni rastro de este aprecio o esperanza en los diálogos de sus personajes ni en su argumento, más allá de anecdóticas apreciaciones estéticas. Paradójicamente esta obra, con sus protagonistas mundanos y familiares, termina siendo una especie de oda a lo terreno y a lo común, quizá como guiño al espectador estadounidense medio o para empatizar con el público menos especializado. Todo ello termina haciendo que aquellos que vayan a ver esta película por su amor personal hacia lo espacial salgan de la sala con una sensación como mínimo extraña, si no resentida, hacia un guión que casi grita que no hacía falta explorar lugares tan raritos.
Finalmente, su apartado sonoro es soberbio. El silencio del espacio exterior nunca había sido tan bien retratado. Sólo se nos permite oír la voz de los protagonistas, la distorsión de las radios y los siniestros ecos que perciben los dos astronautas a raíz de los impactos que sufren sus trajes. Una banda sonora sencilla pero bien elaborada termina por aportar su carácter treméndamente épico a esta aventura espacial.
En conclusión, nos hayamos ante una película única en su género y por ello memorable, visualmente espectacular, rigurosa en lo científico a la par que trepidante, que con su sencillez narrativa adolece de un elemento humano bien representado pero genérico, olvidable y, en el caso de George Clooney, tremendamente desaprovechado. En resumen, una película de visión obligada.
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