Hoy se estrena en nuestro país la película «Sexo fácil, películas tristes» (Icónica, Lazonafilms, 2015), una entrañable comedia romántica y coproducción española-argentina que llega de la mano de los productores de «Ocho apellidos vascos». Ha sido dirigida por Alejo Flah y protagonizada por Ernesto Alterio (Los dos lados de la cama), Quim Gutierrez (Tres bodas de más, Primos), Marta Etura (Azuloscurocasinegro, Celda 211), Carlos Areces (Balada triste de trompeta) y Bárbara Santa-Cruz (Tres bodas de más, Barcelona nit d’estiu). Podéis ver su trailer clicando en el siguiente enlace.
El argumento nos sitúa inicialmente en España, dónde Marina (interpretada por Marta Etura) y Víctor (Quim Gutierrez), dos personas corrientes, acaban de conocerse e inician el inestable y algo torpe camino hacia enamorarse y compartir una relación sentimental. Sería una situación de lo más corriente si no fuera por el hecho de que son dos personajes ficticios ideados por Pablo (Ernesto Alterio), un remilgado escritor y guionista argentino que en su juventud obtuvo cierta fama y al que ahora, en plena crísis creativa y afectiva, se le ha encargado escribir el guión de una comedia romántica al uso ambientada en Madrid. ¿Podrá escribir una historia romántica cuando su propia vida exuda tanto desencanto y falta de dirección?
Así empieza una metacomedia romántica en que las características más habituales y tópicas del género son resaltadas adrede y comentadas por el personaje de Pablo en una especie de incompleta ruptura de la cuarta pared, no carente de cierta ironía, dado que entre el amor de cine y el de la vida real no faltan diferencias.
Las dobles tramas paralelas entre la realidad y la ficción no son un elemento nuevo y han sido exploradas previamente en películas como «Ruby Sparks» (Fox Searchlight Pictures, 2012) y «Más extraño que la ficción» (Sony Pictures 2006). Sin duda la película que hoy nos ocupa no intenta presentarlo como tal, no disimula en absoluto. En vez de eso, desde el principio lo utiliza como una herramienta narrativa más al servicio de la historia que se quiere contar, dejando que sean los personajes, sus relaciones y sus reflexiones los que lleven el peso de la película. Es esta dualidad entre realidades, este contraste tan marcado y sin embargo estrechamente entrelazado argumentalmente entre las vidas de las distintas parejas, el que confiere sentido a la película; en otras palabras, su espina dorsal y eje conductor. En ese sentido la película cumple cómodamente con sus objetivos, ya que la interpretación de los actores es más que decente, destacando especialmente la de Ernesto Alterio en su papel del escritor Pablo, que derrocha ternura, estupefacción y humor a partes iguales. A su vez, la interpretación sustenta con mucho acierto la sensación de que ambas tramas, pese a su paralelismo, se hallan en universos separados regidos por normas distintas, tanto el Madrid ficticio con su bella historia de amor, conflicto y superación como la Argentina del mundo real y su historia de viejas glorias, desencanto y aplastante realidad.
Por supuesto no todo sobresale en esta obra. La escenografía no pretende realizar grandes experimentos u ofrecer obras de arte. Tanto los planos de cámara como la estructura y decorado de los espacios son uniformemente sencillos y faltos de detalles memorables en cualquiera de los dos universos narrativos, dejando ver lo mucho que se han apoyado en el elemento humano al realizar esta película. Por otra parte, algunas escenas muy específicas del filme pretendían exponer al espectador a cierta revelación dolorosa o momento solemne pero, quizá por poca planificación o simple desacierto, terminan quedando claramente ridículas y fallando estrepitosamente en lo tocante a soltar su estallido emocional, a la vez que devuelven de golpe al público a la realidad. En cualquier caso, ocurre en contadas ocasiones.
Así reclama su lugar en el mundo del cine esta película entrañable que reflexiona sobre la naturaleza de las relaciones amorosas, sobre cómo son y sobre cómo deseamos verlas: con una historia que ya ha sido contada antes, a través de recursos argumentales ya utilizados previamente y con una calidad técnica tan solo decente, pero que por su elemento humano, una buena interpretación y unos personajes variados y sencillos con los que todos podemos identificarnos, consigue retener nuestra atención y, sin sorprendernos, ofrecernos finalmente una experiencia agradable y bastante recomendable. Y capaz de sacarnos alguna que otra sonrisa.
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